viernes, 19 de noviembre de 2010

un día de invierno más...

La lluvia, chocaba contra el cristal, intentando entrar, e inundar la estancia, el recio frío, que sacudía los árboles se colaba por los pequeños huecos que quedaban entre las ventanas, y advertía con un extraño silbido, que venia, con intención de enfriarlo todo.
Aquella chica, miraba por la ventada, con su viejo pijama de rayas, aquel que siempre se ponía en invierno, su bata roja, y una vieja bufanda de lana que le había tejido su abuela años atrás. Tenia frío, y miraba por la ventana, el día, tan triste que había amanecido, un día, en el cual, la niebla no deja ver mas allá, y donde el sol, ocultado por un tupido techo de nubes blancas era inexistente. El día se teñía de gris, la lluvia, aliada con el viento, golpeaba por ráfagas las ventanas a cada momento, y escalofríos recorrían la espalda de aquella joven chica a cada momento, se sentía sola, sentía, como necesitaba algo, que en ese instante no tenia.
No podía dejar de mirar por la ventana, se le antojaba que el día cambiase, que la tormenta parase, que las nubes se marcharan y que el sol, sobre un bonito cielo de color azul kein le invitase a salir a la calle, pero, por mucho que ella quería, por mucho que lo deseara, aquello, no ocurría.
De repente, despertó de su ensimismado sueño, y con un pequeño sobresalto, apartó la mirada de un punto fijo que miraba desde su ventana y que apuntaba a algún lugar sin importancia en la calle...Notó como una mano, cálida y tierna, se apoyaba en su hombro, al girarse, él, le tendió una taza de chocolate caliente, le miró, y le sonrió. La acompañó hasta el sofá. y mientras ella se bebía a sorbos su caliente chocolate, el avivaba el fuego de la chimenea, mientras ella lo seguía mirando.
Acto seguido, el se levantó, y la miró, ella parecía no querer perderse ningún detalle de lo que el hacía, para sí misma pensaba que, estaba mas guapo que nunca, con aquella bata vieja, y con el pelo despeinado, al natural, ganaba más.
Él, cogió una manta gruesa que había sobre la mesa, y la abrió, y con suma delicadeza, se sentó al lado de ella. Ella, le tendió su taza, ahora ya vacía, y él, la colocó con mucho cuidado encima de la mesa. Cuando volvió a sentarse a su lado, le colocó la manta sobre ella, tapándola por completo, y acurrucandola entre sus brazos, le susurró al oído, algo que nunca sabremos, pero que por la cara de ella, debía de ser muy hermoso, pues su cara se enterneció, y mirándole hacia atrás, atrapada dulcemente entre sus brazos, buscó intuitivamente con los ojos cerrados los labios de él. Él, le devolvió el beso, y juntos, abrazados, se quedaron durante horas, viendo como crepitaba el fuego de la chimenea, observando, como la hipnótica danza del fuego, los unía cada vez mas y mas. Ella había olvidado aquel día nublado, ahora, solo le importaba lo que ocurría en aquel salón, de aquella, casa, el sentimiento de soledad había desaparecido, solo había sido una breve ilusión debida al horrible día, pero ahora, mas cómoda que nunca se sentía protegida y querida entre aquellos brazos que sabía que siempre estarían ahí para lo que fuese, para abrazarla, para arroparla, para acariciarla, para ella...

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