viernes, 21 de enero de 2011

un dia cualquiera, de un enamorado

Como cada día, se levantaba a una hora azarosa, intentando recordar sus sueños para anotarlos en una pequeña libreta que tenía a los pies de su cama, aquella rutina llevaba meses practicándola, para poder ir recordando sus sueños, y las sensaciones que en ellos vivía, en los cuales, siempre solía repetirse un tema, ella.
Solía llevar la misma ropa siempre, unos pantalones anchos vaqueros, una chaqueta marrón, y el pelo mojado, con el flequillo hacia un lado, y unas horquillas repartidas caprichosamente por el pelo, y un lugar, muy cercano a aquel pub que se llamaba "la antigua"  muy cerca, en un pequeño alfeizar, donde en la vida real, ella, le había dado su segundo primer beso. Aquella imagen, se le había marcado en su memoria, un beso, esta vez mas esperado por él, que por ella, y aunque ya había besado aquellos labios, fue, como la primera vez, volvió a sentir aquella sensación de euforia, bienestar, nervios, emoción, ingravidez...
Y con aquella extraña sonrisa que ponía al tener sueños con ella, que por la frecuencia con la que la ponía solían ser casi todos los días, dio un salto de la cama, y automáticamente, cogió su móvil, y se dispuso a enviarle sus "buenos días" como de costumbre.
Aun medio dormido, se preparó su desayuno, una taza inmensa de leche con chocolate soluble, y sus dos tostadas con mantequilla, que, como era costumbre, la segunda salía quemada, nunca conseguía controlar aquel dichoso tostador...
Mientras comía mecánicamente y sin prestar atención a lo que hacía iba repasando cada cosa que tenía que hacer en el día, y las cosas que necesitaba hacer en el día, en las cuales, siempre se encontraban cosas como, disfrutar de un buen café con leche condensada a las 4 de la tarde, hacer algo de ejercicio, darle un beso, o perderme en un instante infinito en aquellos preciosos ojos verdes....
Dispuesto a comenzar un bonito día se colocó cualquier cosa, y se dispuso a ir a clase, casi sin ganas, y soportar el maldito trafico mañanero con su correspondiente mal humor que ello conllevaba, aunque, solía ser mas llevadero el viaje cuando se ponía a jugar a su juego favorito, encontrar sus cabellos rubios por el coche, y aprovechaba cualquier parón, o el tiempo que duraba un semáforo en rojo, para buscar por todo el habitáculo de su coche, incluso llevaba una precaria cuenta de cuantos encontraba en los días anteriores, era, una de las maneras que tenía de pasar el rato.
Su mañana, como todas, cada cierto tiempo, le enviaba mensajes de texto a ella, diciéndole que la quería o que necesitaba tenerla a su lado, y entre mensaje y mensaje, se dedicaba a imaginar cosas, cosas, en las cuales siempre se encontraba ella, o las cuales ella tenía algo que ver. Situaciones en las cuales tendría que estar ella, o imaginaba como sería vivir con ella, y despertar todos los días a su lado, o como sería pasar un día entero con ella a su lado, por supuesto, las clases, eran efímeras y de las cuales solo sacaba una lejana voz que debía de ser la del profesor explicando cualquier tema, el cual, para él, era irrelevante.
Cuando volvía a casa, iba pensando, en que se dirían cuando hablasen por el chat, o por saber que ha soñado, y por preguntarle sobre todo, que cuando volverían a verse.
Aquella tarde, fue a buscarla a la salida de clase, y como de costumbre, cargado con un millón de besos y abrazos, él la recibió casi con la misma emoción que la primera vez, no paraba de besarla, de acariciarla, de mirarla a los ojos y ver, lo perdidamente enamorado que estaba de ella. Casi sin darse cuenta, se encontraban en su cuarto, iluminados por una tenue luz de un tímido flexo que tenía en su mesa de trabajo, y ellos, tumbados en la cama, se regalaban caricias y miradas cómplices, sonrisas y algún que otro mordisco.
Y juntos, decidieron volar, las caricias, y los besos flotaban en el ambiente, en un mar de silencio, susurros tímidos surcaban las olas, con palabras tan cargadas de sentimientos como "amor" o "querer", desvestidos en cuerpo y alma, se fundieron siendo uno, abrieron sus mentes al otro, y uniendo sus miradas, recorrían cada recoveco de su interior. Entre jadeos, y miradas, compartían el aire que respiraban, se necesitaban el uno al otro, y ellos lo sabían, y les gustaba.
Con sumo cariño, él, la ayudó a vestirse, le encantaba cuidarla como si se tratase de su mismísima hija en algunos aspectos, y aunque a ella a veces no le hacía mucha gracia, lo dejaba, esos pequeños detalles, como vestirla, o secarla y peinarla cuando salían de la ducha, le encantaba, y era algo, necesario para él.
Juntos caminaron al coche, entre risas, y besos furtivos, y tomaron dirección hacia la casa de ella, aquel camino que él tanto amaba a la ida, y tanto odiaba a la vuelta, cuando ya, venía solo, sin ella a su lado.
Como siempre, en su portal, intentaban alargar lo maximo posible lo inevitable, la despedida, ninguno de los dos quería irse, y sentían un vacio inmenso cuando tenían que dar media vuelta y decir, .-"Hasta mañana, te quiero. -Y yo mi vida, hasta mañana, que descanses." - Y que cada uno se dirigiese a su casa.
El camino de vuelta...su cuerpo y su mente casi podían separarse en ese camino, su cuerpo, sentado en el coche, conducía automáticamente, sabía el camino de memoria, y no necesitaba apenas concentración para hacerlo, su mente, volaba, su mente, aun estaba en su habitación, o en el portal de ella, besándola, y diciéndole al oído que la quería, que sin ella, no era nada, que, la necesitaba, que necesitaba sentirla a su lado, que necesitaba dormir con ella, y que necesitaba despertar, y que su primera imagen al abrir los ojos, fuese ella. Notaba como casi podía sentir sus labios, aun llevaba el olor de su colonia impregnado en sus manos, y eso le facilitaba su alienamiento.
En su casa, cenó cualquier cosa, aun con la mente en otra parte, con ella en su cabeza, sin poder pensar en otra cosa que no fuese ella, y al entrar a la ducha, recordaba las veces que se había duchado con ella, como le caía el agua por el pelo, como su suave piel era acariciada por sus manos, como sus ojos verdes resaltaban en su cara, como los cristales eran empañados no por el vapor del agua caliente que salía de la ducha, sino por la química que había entre los dos...
Por fin, intentó poner fin a su día, se metió en la cama, y comenzó a repasar su día, o mejor dicho, la parte del día que mas le gustaba, ella. Todos los momentos bonitos que había tenido en el día, y con la sonrisa única y exclusiva que solo sabe poner una persona enamorada, se dispuso a soñar con ella, una vez mas, e intentar, seguir viviendo momentos maravillosos con ella incluso en un mundo irreal, en el mundo de los sueños...donde si ya es un mundo precioso, con ella a su lado, aun lo era mucho mejor.

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