martes, 11 de enero de 2011

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Su cuerpo, tendido sobre el lecho rojo, se magnificaba, su rostro, era imperceptible, su cabello, se recostaba sobre su espalda. Vestida con su mejor vestido, su piel, recostaba su cuerpo en aquella hoja de papel monocromática. Sus caderas, se marcaban describiendo las curvas mas femeninas que podría imaginar. Sus piernas, tendidas sobre la cama, se entre lazaban con un movimiento natural que pedían a gritos ser acariciadas, sus pies, intentaban resguardarse del frío, escondiéndose uno, detrás del otro, sugerían ser calentados.
Su cabeza inclinada, y escondida, hacía obligatorio preguntarse que rostro tenía aquella mujer, y que expresión se dibujaba en su cara, posiblemente, de preocupación, o tal vez, leía algun escrito, que estaba apollado en la cama, o simplemente, dormía plácidamente
A lo largo de todo su cuerpo, unas letras rojas como el fuego, que comenzaban en su cuello, y terminaban en sus pies, transmitía un pensamiento, el cual, podría ser la preocupación de aquella dama. Aquel mensaje indicaba una pasión, un sentimiento, una necesidad. Y con una caligrafía impoluta, se podía leer- :"quiero consumirme de placer y amor, pero contigo, siempre contigo..."- tal vez, aquel mensaje, tan corto, tan breve, transmitiese mas sentimientos, que muchos libros de poesía, e inevitablemente, hacía preguntar al espectador, por el acompañante de aquella mujer solitaria en aquella cama de sabanas rojas, dónde estaban los abrazos que necesitaba aquella mujer, y sus besos, ¿a donde fueron? ¿y las caricias?¿y los "te quiero" que aquellos oídos necesitaban escuchar? ¿donde está su compañero, su amante, su amigo, su vida?
Posiblemente, estuviese detrás de ella, y desde nuestra posición, no podríamos verlo, o tal vez, él, se encontraba en la misma posición, con las mismas palabras marcadas en su piel, con la misma preocupación, con los mismos sentimientos rondando por su cabeza...tal vez, la distancia hacía que estos dos jóvenes no pudiesen fundirse de placer en camas calientes y sudorosas durante toda la noche, disfrutando, gozando el uno del otro, uniéndose, siendo uno, desnudando sus cuerpos, fundiendo sus almas.

Y durante toda la noche, aquel chico, estuvo meditando, pensando, ensimismado, absorbido, por aquel cuadro, que con tan solo, unos trazos, insinuaba la forma de aquella mujer, que descansaba sola, sobre una cama de sabanas rojas.

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