domingo, 1 de mayo de 2011

aquella noche

La noche se presentaba oscura, y aunque la luna, majestuosa, en su máximo esplendor se presentase, e intentase iluminar, aquella oscuridad se cernía sobre ellos. Su tez blanca era envidiada por la luna, y sus ojos, nada tenían que envidiarle al verde mar, eran profundos y llenos de vida, pero aquella noche, se mostraban mas húmedos que nunca, sus lagrimas se arrojaban temerarias por sus mejillas, y su sollozo estremecía a cualquier corazón. Su cara se escondía entre sus manos, ella, no podía dejar de llorar. Amparados por luz de una humilde farola, eran vigilados por la soledad de la noche, solo estaban ellos en la calle, ella, lloraba, y parecía que nada la calmaba, él, se sentía impotente, nada le partía mas el alma. Dubitativo, se acercó a ella, y sus cálidas manos se aferraron a las de ella, y cariñosamente las apartó de su rostro, ella extrañada, dejo de sollozar, y extrañada, levantó su cabeza, y lo miró. Absorto, por aquella belleza triste, la observó, su rimel resbalaba por su cara, sus ojos enrojecidos de tanto llorar se secaron, y aquellos ojos inquietos se abrieron intentando buscar una explicación para aquella interrupción. Él, la amaba, sabía que aunque llevase la etiqueta de amigo, y que nada mas pudiese hacer por su amor, no podía dejarla sola, necesitaba consolarla, necesitaba dejar de verla así, aquello le rompía en dos, no podía soportar tanto dolor, un dolor, que a él también castigaba, pues su dolor, causado por otro hombre le hacía tanto daño que hacía nublar su vista.
La miró, y sonrió, con tanta ternura que, ella se conmovió, y sin mediar palabras la abrazó. Aquellos brazos la rodearon, y ella pudo captar todo el calor que aquel corazón desprendía, su cuerpo, poco a poco dejó de temblar, y comenzó a sentir el amor que el intentaba transmitirle.
El no podía contener al menos una lagrima, pues se sentía inútil, tenía tanto que darle, tantos besos guardados, tantos abrazos, tantos sueños, y necesitaba dárselo, necesitaba decirle que la amaba y que, sin ella estaba perdido, necesitaba hacerla feliz, la necesitaba a ella, pero, en aquel momento, se calló, no podía ser egoísta, se moría por besarla, por mirarla a los ojos, y perderse en ellos, quería agarrarla de su mano, y echar a correr juntos, y no separarse nunca mas de ella, pero, ella, necesitaba que todo su dolor saliese, necesitaba un hombro, un amigo, un apoyo que no se tambalease, y él, lo sabía, la felicidad de ella, estaba por encima de todo, y no dudaría en ponerla delante de la de el mismo.
Al separarse, él, le dedicó una sonrisa, cariñosa, tierna, una sonrisa de las que contagian, y ella, sin saber por qué, sonrió, aquella sonrisa era el mejor regalo que él podía obtener, acto seguido, la volvió a abrazar, quería que aquel abrazo fuese infinito, y que nunca llegase el momento de separarse de ella, y bajo aquella tímida luz de aquella humilde farola, un susurro, una tímida voz, entre cortada, un hilo de voz, se dejó escapar de unos labios, una voz, que portaban dos palabras, dos palabras muy cortas, pero con mucho significado, en aquella noche, con aquellos dos cuerpos abrazados, con dos corazones incandescentes, inflamables, rodeados de silencio, se escucho, aquellas dos palabras, "te, amo"

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